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miércoles, 12 de septiembre de 2012

LITERATURA DE MASAS (EL POLICÍAL)



“(…) Con inspiración e inventiva, Exbrayat -Charles Exbrayat- pone su pluma al servicio de todo el repertorio policíaco, moviéndose con desenvoltura del marco de la vida provinciana (Les Filles de Folignazzaro, 1963; Les Messieurs de Delft, 1964) a la puntual descripción de las costumbres del mundo taurino (Olé, torero!, 1963).

Pero la perenne búsqueda de los efectismos y de los golpes escénicos, la continua preocupación por atrapar al público le obligan a conceder una importancia con frecuencia excesiva a los elementos externos y mecánicos, los cuales acaban por dejar de ser simplemente marginales para convertirse en indispensables. En otras palabras: el narrador no consigue idear –como, en cambio, hace Bernanos en Un crime- algo que sea distinto y más consistente que la maquinilla de apariencia perfecta y, no obstante, condenada sin remedio a autodestruirse (de entre todos los géneros literarios, el criminal-roman se cuenta ciertamente entre aquellos que menos se prestan a una posible relectura).


Resulta obvio que, desde un punto de vista técnico, las cosas han cambiado bastante y las insoportables dilaciones de Gaboriau han sido reemplazadas por módulos narrativos menos prolijos. Así, la fórmula actual de la detective-story consta de los siguientes ingredientes:

A) Una trama hábilmente estructurada.

B) Diálogos concisos que potencian más la acción que las sutilezas psicológicas.

C) Abundantes pinceladas de suspense, aligerado en el instante justo con un toque de humorismo… a menos que se desee explotar la inclinación hacia lo macabro y lo horrendo.

D) Un ritmo sostenido y apremiante.

E) Una estructura exenta de complicaciones inútiles y perjudiciales para la recepción instantánea del “mensaje”.

Sin embargo, el invariable hilo conductor de cualquier aventura policíaca, bajo el revestimiento moderno, sigue siendo el enfrentamiento entre la custodia del orden –irreversible: de ahí el final previsto – y el impulso destructor que intenta destruirlo.

De modo que, partiendo de semejante situación de encuentro/choque, la quintaesencia misma del policíaco, la historia podrá asumir incluso características multiformes, mostrar de vez en cuando facetas distintas de una imagen siempre nueva y, no obstante, en el fondo, siempre la misma. (…)


Ciertamente no sería legítimo negar al género policíaco, poliédrico, camaleónico, las notables capacidades de transformismo de que ha dado repetidamente prueba. También está fuera de toda discusión su saber calar con eficacia en los ambientes más heterogéneos: populares (determinados episodios de Maigret tienen el sabor del mundo de Francis Carco o de Pierre Mac Orlan), burgueses (la refinada pátina de Ascenseur pour l’échafaud de Noël Calef o de Piège pour Cendrillon de Sábastien Japrisot), de la pègre (simonin, Le Breton, Bastiani).

Sin embargo, dentro del envoltorio elegantemente dispuesto, la mercancía que se vende comienza a mostrar evidentes síntomas de deterioro. Los personajes, a pesar de adaptarse a los tiempos, suelen manifestar un embarazoso parentesco con los viejos héroes del folletín. Maigret no puede ocultar los vínculos que le unen a las caritativas criaturas del anticuado Gaboriau;  el Burma de Léo Malet repite, aunque de forma menos acrobática, las fantásticas exhibiciones del efervescente Lupin; y los osados policías de Exbrayay se inscriben a su vez en la estela del invencible Juve.


También el trasfondo ideológico presenta variaciones de escaso relieve. En los dramones ochocentistas, las acusaciones contra la sociedad, impulsadas por un populismo de raíz burguesa, quedaban compensadas por los calurosos panegíricos de aquellos valores cultivados como preciosas flores de invernadero por el propio régimen denunciado. De modo similar, el policíaco (cuyos protagonistas, a imagen y semejanza de los de la novela por entregas, encuentran una exigua representación entre las clases menos acomodadas) se complacen en poner al descubierto las contradicciones y los males sufridos por el sistema, si bien el mantenimiento de ese sistema no debe no siquiera ser discutido…”

Sueños y mitos de la literatura de masas: Análisis crítico de la novela popular, Vittorio Brunori. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1980 (Versión castellana de Joan Giner).

Edición original:
La grande impostura. Indagine sul romanzo popolare. Marsilio Editori. Venecia, 1978

1 comentario:

  1. Interesante reflexión, pero tú crees qué alguien piensa en términos literarios cuando escribe el policial de hoy, yo creo que piensan en engancharse en la moda que da más dinero y convoca más premios, y nada más.

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